TRAS EL COVID: REFLEXIÓN Y ACCIÓN
Paula Barea Arroyo
La crisis subsiguiente al COVID-19 es un mero síntoma de un sistema enfermo. Hemos desarrollando un sistema que ignora y crece por encima de los límites biofísicos y sociales. Al olvidar que somos vulnerables hemos dejado de nutrir los elementos que sostienen la vida. La presente crisis es la expresión de otras muchas crisis creadas por un modelo deficitario.
Por un lado, nos enfrentamos a la destrucción del ecosistema y de la biodiversidad. Como consecuencia al confinamiento, las emisiones de CO2 han registrado una reducción del 6% mundial y un 25% en China [Fuente] [Fuente]. La paradoja de nuestro tiempo es que cuando la economía se derrumba, los marcadores bioecológicos mejoran. Desde 1970 a 2014 hemos perdido el 60% de especies de vertebrados [Fuente]. Sabemos la biodiversidad es un factor protector contra el paso del virus de unas especies a otras (efecto protector de la diversidad por dilución de Keesing) [Fuente]. No podemos desprendernos de nuestra ecodependencia. Los efectos del cambio climático y la destrucción de la biodiversidad no son un problema futuro, las consecuencias las estamos sufriendo ya. Ya no podemos depender de nuestras propias tierras para alimentarnos, hemos creado una dependencia por la cual el segmento de personas más vulnerable se ve obligado a seguir el camino de las materias primas, dejando un rastro de cadáveres en el proceso.
Al mismo tiempo, encontramos que el impacto de la crisis está siendo absorbido mayoritariamente por la clase social más precaria, especialmente por las mujeres. El llamado cuarto pilar, la economía de cuidados, es imprescindible para la calidad de vida de las personas. No obstante, la inversión en este sector es muy inferior a nuestros países vecinos. Dejamos los cuidados en manos de mujeres en situaciones de extrema precariedad. Ahora los llamamos trabajadores esenciales, hace unos meses considerábamos que eran los empleos que menos riqueza creaban y menos producían en términos liberales. ¿Es realmente compatible un modelo obsesionado con la producción con el estado de bienestar?
Hemos llegado hasta aquí, entre otros motivos, por el desarrollo que toma la izquierda tras Karl Marx. Antes de su obra, la izquierda rechazaba el concepto de riqueza y colocaba al ser humano como valor prioritario. Marx valida y santifica los conceptos de producción, trabajo, capital y enriquecimiento. Es preciso que la izquierda recupere sus valores iniciales y adopte los fundamentos del feminismo y el ecologismo. Por otra parte, la derecha piensa que la riqueza se puede crear y construir como si fuera algo material y tangible por encima de los límites ecológicos y sociales.
No podemos pensar que tras esta crisis los fallos del sistema son evidentes a la población. Las personas ansían volver a la normalidad. Es por ello que necesitamos actuar ahora. No habrá cambio sin acción colectiva. Nos encontramos con dos problemas para llegar a las personas. Por una parte, el continuo bombardeo de información: esta es la primera pandemia que pasamos en un mundo totalmente digitalizado. Hemos visto como la crisis ha acentuado fenómenos como sesgos confirmatorios y la proliferación de noticias falsas y teorías conspirativas. ¿Es posible construir una conciencia planetaria y organizar la acción colectiva en este escenario? Por otra parte, tenemos un déficit de estrategias comunicativas. Necesitamos adquirir la capacidad de crear un discurso para trasmitir y conectar con las personas. Es necesario que el lenguaje vuelva a ser una herramienta de comunicación y no de poder, así mismo necesitamos recuperar la capacidad de acuerdo y compromiso.
Civiencia ® – Universidad de Sevilla